domingo, 17 de agosto de 2025

Andújar, tierra de tradición jabonera

Estado actual de la fábrica de jabón
Joaquín Llaguno de la Haza
en el Paseo de las Vistillas
Una vieja leyenda vincula el origen del jabón con el Monte Sapo, junto al Tíber, lugar donde los primitivos romanos realizaban sacrificios a los dioses. La mezcla de grasa animal con las cenizas de las incineraciones y la lluvia, daba como resultado una pasta similar al jabón, dado que, al disolverse en agua, la ceniza produce hidróxido de sodio, o sea, sosa cáustica. "Jabón" procede, así, del latín "saponem", acusativo de "sapo", sustancia untuosa. 
Suelo usar para mi higiene personal un buen jabón artesanal hecho a base de aceite de oliva y sosa. Es menos agresivo y contaminante que los geles y jabones de la cosmética moderna confeccionados con sulfatos, conservantes, parabenos químicos y fragancias sintéticas. El caso es que hace unos días leí un artículo de prensa histórica fechado en Madrid a principios del siglo pasado, que elogiaba la calidad del jabón que se hacía en Andújar, cuyas fábricas estuvieron activas desde el siglo XIX hasta los años setenta del XX. 

En mi opinión, sería interesante recuperar esta industria tan vinculada a nuestra olivarera tierra. Históricamente, junto al aceite, la actividad comercial e industrial iliturgitana se completaba con la cerámica —de tradición milenaria desde la sigillata romana, y aún viva, aunque con bastante menos pujanza que hace unas décadas—, y con los productos de la apicultura: nuestros cirios de pura cera de abejas alcanzaron renombre internacional —La cerería Corazón de Jesús, en la calle Ramón y Cajal, fue proveedora oficial del Vaticano a partir de 1905—, y la miel y el polen de nuestras colmenas siguen exportándose hoy. Tal vez el Ayuntamiento o la Diputación provincial podrían convocar algún tipo de cursos de formación profesional, escuelas-taller o fórmula similar para recuperar la producción jabonera a partir del aceite de oliva. 



Francisco Ramírez Díaz (Andújar, ca. 1880), mi abuelo paterno, formó parte de esta tradición artesana. Fue maestro jabonero y, como tal, trabajó en la fábrica de Joaquín Llaguno de la Haza, al final del Paseo de las Vistillas, donde da comienzo la Cuesta de Castejón. Aún se conserva el viejo edificio industrial que la albergó. En 1904, viajó a Palencia con el encargo de formar allí a quienes debían trabajar en una nueva fábrica que se acababa de inaugurar. Por este motivo, mi padre nació en esa tierra en 1905 y fue bautizado con el nombre de Antolín, patrón de la vetusta ciudad castellana, en su catedral homónima. Ya de regreso a Andújar, mi abuelo y su familia ocuparon la vivienda aneja a la fábrica de las Vistillas durante algunos años. En ella creció mi padre y sus hermanas. Él me contaba sus recuerdos de esa casa. Un día, mientras jugaba descalzo en el patio de la fábrica, un carro vino a descargar sosa cáustica, producto utilizado en la elaboración del jabón. Algún pequeño trozo cayó al suelo y quedó adherido a la planta de su pie sin que él lo advirtiera. Cuando llegó la hora de acudir a la sesión vespertina del cole, se calzó a toda prisa... El sudor fue humedeciendo la sosa, provocando la consiguiente reacción química que él notó como una dolorosa e inexplicable quemazón; pero la timidez le hizo aguantar hasta la salida del colegio para quitarse el zapato y descubrir la profunda herida que había causado el ácido. 

Las ventanas de esa casa, más de cien años después, siguen mirando hacia el bosque en galería de fresnos y álamos que jalonan el cauce de un Guadalquivir, caudaloso y sereno, señor de la fértil vega que abraza la ciudad. En el alféizar de una de esas ventanas, mi padre y sus hermanos dejaban cada enero sus zapatos para recibir sus regalos de Reyes, pues en ese lugar de severos afanes de adultos, también moraban sueños de niños. Y un recuerdo triste: mi abuelo, al que, por meras razones de cronología biológica, no pude conocer, sufrió las presiones del caciquismo del voto, propio de la Restauración borbónica y muy frecuente tras el Desastre del 98. Según mi padre, él resistió con dignidad. También fue víctima de un accidente laboral cuando una caldera estalló y le abrasó los ojos. El maestro jabonero, además de realizar las mezclas en proporciones pertinentes, vigilaba la presión de las calderas y valoraba en cada momento si el color y la textura de la masa resultante eran las adecuadas. 

Como consecuencia, quedó ciego y esta desgracia le quebró el ánimo. También le provocó problemas nerviosos con desvanecimientos frecuentes, uno de los cuales le sorprendió en plena calle, teniendo que soportar algún comentario malintencionado sobre su supuesta embriaguez. Fue un hombre emprendedor, que sacó adelante a sus seis hijos —el más pequeño de ellos, Rafael, adoptado— y seis sobrinos carnales. Varios de ellos recibieron formación musical, algo infrecuente en esos años. Mi padre —que abrió su primera sastrería en 1927 en la calle Santa Engracia de Madrid y un segundo negocio, la "Sastrería Antolín", en 1933 en la Plaza Vieja de Andújar (1)—, cursó solfeo y violín —entonces el estudio del lenguaje musical se hacía en cuatro cursos previos al aprendizaje del instrumento—; mi tía Josefina, piano. —Ella, pintora y escultora, expuso en varias ediciones del Salón de Otoño de Madrid en el Círculo de Bellas Artes de la calle de Alcalá—. Mi tío Rafael, fraile capuchino, fue organista en el monasterio de Guadalupe (2); y mi tía Clara, franciscana, profesora de piano en la convento de Llanes (Oviedo), donde pasó buena parte de su vida y donde murió. 

Entre las muchas fábricas que funcionaron en Andújar estaban la de San Antonio, la de Pablo Jiménez y Cñía. —que elaboraba los Jabones de tocador Ancora y Castilla—, la de A. Rodríguez y Cñía., José de la Torre Rubio, la de Miguel Gavilán y Cñía., Gregorio Ortega de la Haza, Ángel de la Haza y Cñía., La Purificación Jabonera de Francisco Garrido, Bernardo Estepa Gómez, José Sáenz de Tejada, José Llaguno Garma, Sucesor de Alejo Gallego, Jabones Victoria de Luis Benayas Fernández, José Plaza López, Francisco de la Torre Estepa, Ángel Bellido Robles, José A. Buitrago Montes, Vicente Lillo Pérez, o la de Juan Martínez y Martínez. 

La jabonera de Sáenz de Tejada, anunciaba en su publicidad que desde 1872 producía el mejor jabón: «elaborado exclusivamente con aceite puro de oliva, produce un lavado excelente e inmejorable, además de ser el que menos destruye las ropas y de estar considerado como un gran desinfectante de ellas». Su producción anual superaba las mil toneladas.

También se asentaron empresas foráneas como Bilore y Lizariturri, procedentes del País Vasco. Los jabones de Bilore alcanzaron una gran popularidad en los años setenta, con potentes campañas publicitarias en la monolítica y omnipotente televisión de la época. 

En la fábrica de Lizariturri y Rezola, se producía el conocido jabón Lagarto, también muy popular, y las barras de jabón de afeitar Flores de Gurys. Estaba en Santa Úrsula, en el espacio que hoy ocupa el Parque Comarcal de Bomberos. 

En 1920 aún había diecisiete fábricas de jabón activas en la ciudad con 150 empleados (Garrido González, 2003). 

Pero la aparición de la lavadora, máquina que vendría a aliviar el duro trabajo doméstico en los primeros años setenta, marcó el fin del uso del jabón común y la consiguiente crisis de los escasos negocios jaboneros que aún subsistían. Una de los últimas fábricas en cerrar estaba entre las calles del Pino y Lope de Vega. Eran estas las primeras vías de la ciudad viniendo de la sierra, pues el barrio del Polígono Puerta de Madrid aún no existía. Recuerdo de niño el intenso y penetrante mal olor que percibíamos al pasar junto a ella con el Seiscientos de mi padre de regreso de las Viñas. Y es que la decadencia propia de los postreros estertores nos había devuelto a los orígenes remotos, sustituyendo el aceite de oliva por malolientes grasas animales, supongo que con el disgusto de los últimos maestros jaboneros. 

Notas:

(1)   El joven soñador e impetuoso que entonces era mi padre, se había afiliado a Falange. Al estallar la guerra en julio de 1936, abandonó Madrid para trasladarse a Andújar, donde tenía vivienda y su segundo negocio de sastrería. Buscaba refugio en la familia, pero enseguida fue detenido con la acusación de pertenecer a dicho partido. Su casa y negocio fueron requisados para confeccionar uniformes para los soldados del frente en la cercana provincia de Córdoba. Él pasó por las cárceles de Martos y Jaén, salvando su vida gracias a las gestiones de su hermana Josefina, enfermera en el Hospital Municipal. Cuando finalizó la guerra, mi padre fue concejal de la primera corporación municipal, constituida el 19 de abril de 1939 con Tomás Escribano Soriano como alcalde (Córdoba Ortega, 1977, pág. 313). Enseguida evolucionó hacia actitudes moderadas, negándose a testificar contra los republicanos detenidos bajo la acusación de pertenecer a sindicatos o partidos de izquierda. Tal fue el caso de Santiago de Córdoba, afiliado a la UGT, por quien mi padre intercedió, salvándole de los trabajos forzados a los que había sido condenado en la reconstrucción del Santuario de la Virgen de la Cabeza (Córdoba Ortega, 1977, pág. 577). A ese Antolín moderado, respetuoso, exponente de una derecha liberal e ilustrada, que congeniaba con las propuestas de Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado, fue al que yo conocí como padre casi tres décadas después. 

(2)   Durante sus años de vida en este monasterio, fray Victorino conoció y tutorizó al notable pianista Esteban Sánchez, quien, con dieciséis años ganó el Premio “Eduardo Aunós” que concedía el Círculo de Bellas Artes de Madrid (Carlos Cordero, 2011, págs. 246 y sigs.)

Bibliografía:

-Cordero, Carlos: “Esteban Sánchez en el recuerdo con Guadalupe al fondo”. Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. T. XIX (2011). Págs. 233-249.

-Córdoba Ortega, Santiago de: Historia y memoria de Andújar (1931-1977). Andújar (Jaén): Alcance Editorial, 1977.

-Garrido González, Luis, y Chamorro Cantudo, Miguel Ángel: "Reflexiones sobre el cambio productivo de la economía jiennense en el siglo XX al hilo de la Historia industrial y mercantil de Andújar de Antonio Herrero Cortés (1978)", Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, número 185 (2003), págs. 183-228.

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domingo, 20 de julio de 2025

Espacio disponible

EDUARDO NAVE y GILLES LIPOVESTSKY en el museo JOSÉ GUERRERO (Granada)

Folleto de la exposición en el José Guerrero

Hasta el 12 de octubre, se exponen en el José Guerrero, junto a la Alcaicería granadina, las excelentes fotografías de Eduardo Nave (Valencia, 1976). Espacio disponible es el evocador y descriptivo título de esta exposición. Su contenido encaja perfectamente en las diáfanas salas de este edificio que, en sus pilares metálicos y sus grandes ventanales a la calle Oficios, conserva aún el sabor de su primitivo uso industrial y comercial para el que fue concebido hace más de cien años.

Abundan en las fotografías los suelos de tierra descarnada y los páramos estériles que, con las ruinas de edificios comerciales o industriales que los habitan, contemplan la silenciosa desolación de los esqueletos de las vallas publicitarias, a la vez que dan testimonio del desorden generado por los excesos que dichos cadáveres escenifican.

Acompaña la exposición un texto del filósofo francés Gilles Lipovestski (París, 1940) del que recojo algunos fragmentos:

«¿Hay algo más ominipresente en nuestra vida cotidiana que los objetos, las imágenes y las exigencias del consumo? (…) Ahora, de la mano de internet y las tecnologías digitales está surgiendo un nuevo vector publicitario. (El) declive de los grandes soportes de exhibición impresa —cuando no su desaparición anunciada— es lo que muestra el proyecto fotográfico de Eduardo Nave.

Fotografía de Eduarde Nave
(Incluida en el folleto de la exposición)
»Este retroceso no es en absoluto una señal del principio del fin del consumismo. Nada más lejos; este sigue alimentando las pasiones de los individuos de forma masiva. No seamos ingenuos: la crisis ecológica y climática no acabará con el frenesí consumista, que cada vez pasa más por internet y las compras en línea y sigue manifestándose mediante la inagotable afición por los viajes, el turismo, los restaurantes, los espectáculos, las películas y las series.

»Sin embargo, ¿cómo no ver al mismo tiempo que su momento de gloria ya ha quedado atrás?

»La serie de Nave muestra esas ruinas de la modernidad que son las vallas publicitarias a la antigua usanza, dotadas de estructura material y de un imponente armazón metálico rectangular. De ello, como de todas las ruinas, se desprende un espectáculo no exento de nostalgia y melancolía. Pero ¿melancolía de qué? ¿De los propios soportes materiales, denunciados durante mucho tiempo por su fealdad y su efeto de contaminación visual del paisaje? Tal vez, pero en mi opinión es otra nostalgia la que está en juego, a saber, la de la época utópica, alegre, eufórica, desenfadada, «inocente» del consumo, de la que las grandes vallas publicitarias «agresivas» encarnaron una de sus manifestaciones más emblemáticas.


»
Oferta en rojo
(José Guerrero, 1988)
Comer carne, viajar en avión, vestirse con «moda rápida», no separar y reciclar la basura: todo es motivo de preocupación para la salud y la preservación del planeta. El consumo festivo ha sido sustituido por un consumo considerado peligroso, «criminal» e irresponsable (…) La muerte de las vallas publicitarias clásicas es una metáfora de la muerte de este tiempo esplendoroso del consumismo, del presentismo hedonista.

» (Es) lo que impregna de nostalgia las fotos de las vallas abandonadas y despojadas de su antiguo triunfalismo, que poseen el encanto de un pasado presuntamente feliz en el que el consumo se asimilaba a una «fiesta frívola y alegre» que imaginábamos interminable.»


           
El cuadro Oferta con rojo (J. Guerrero, 1988) se exhibe en la sala de la tercera planta, reservada para exposición permanente de la colección del propio museo. Con esas negras y vacilantes gotas incapaces de salvar el hiato de un fulgurante telón rojo sobre fondo oscuro, expresa bien —ya desde su propio título— la desazón y el vacío de un consumismo roto, atroz y castrante.


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viernes, 18 de julio de 2025

Cosmos


Contemplo extasiado las estrellas en la noche de la Sierra Morena andujareña. La virginal oscuridad de sus cielos, un valioso patrimonio inmaterial cada vez más amenazado*, me permite gozar de este espectáculo sin parangón. Me viene ahora a la memoria la majestuosa sentencia kantiana: "Dos cosas llenan mi ánimo de admiración y de respeto: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí". Desde el agreste otero donde quisiera reposar, alcanzo a divisar algo más de la mitad de este hemisferio norte. Ahí están, como en los veranos de mi lejana niñez, la Osa Mayor, la Estrella Polar o Thuban, que marcaba el norte a los antiguos egipcios, y el grácil destello de alguna estrella fugaz. En este océano sin fondo, además de la trayectoria clara de un brazo de la Vía Láctea que, con la imaginación encendida, llamábamos el camino de Santiago, se percibe la luz de miles de astros que titilan más débiles tras el fulgor de los que solemos ver incluso en los miopes cielos urbanos, como Venus o Júpiter, Arturo o Vega. 
Una estrella es algo misterioso y, como la lluvia borgiana, una cosa que sin duda sucede en el pasado. 

"Cosmos" tituló Carl Sagan la serie documental donde nos paseaba por los prodigios de este universo desconocido de parpadeantes cuásares, galaxias extremadamente lejanas, desafiantes agujeros negros que atrapan la luz, enanas blancas o gigantes rojas, colisiones galácticas y estallidos estelares de viejas supernovas. "En este viaje, conoceréis maravillas", nos anunciaba su voz trémula. Y nos mostraba mundos complejos que danzan sutilmente en el vacío sideral, pero que se conducen como sistemas caóticos, a pesar de la música de las esferas, o del número arjé, y a pesar del tetraktys de los pitagóricos, los primeros en sustituir "caos" por "cosmos" (orden) para nombrar a este universo inmenso, cíclico, eterno, pero más desordenado de lo que aparece ante nuestros asombrados ojos. 

El cielo alto y frío, tan sereno y profundo, insondable para las hechuras humanas, cuajado de astros que son otros mundos y universos, también me hace evocar la angustiada exclamación de Blaise Pascal, enfermo, tal vez, de acrofobia: "Le silence éternel de ces espaces infinis m'effraie". Pascal, el filósofo que nos igualaba a una caña pensante, sencilla y discreta. 

En el lapso de tiempo de una hora, veo circular por este abismo cinco luces blancas. Cruzan la gigantesca pantalla de la bóveda celeste trazando órbitas en distintas direcciones. Son satélites artificiales. 

He pensado, entonces, en esos reductos de culturas indígenas que aún perviven con sus usos y costumbres en recónditos rincones de nuestro cada día más inverosímil Planeta. Pigmeos de Nueva Guinea, piaroa y yanomamis del Amazonas; sioux y dakotas de las praderas norteamericanas; bravos koori de Nueva Gales del Sur o elegantes y risueños rapanui polinésicos. Sus arcaicas miradas, hechas a la imperturbabilidad de la esfera de estrellas fijas, han interpretado cualquier cambio en el firmamento, sea una lluvia de estrellas, sea el eventual paso de un errante cometa, como el anuncio de algún acontecimiento comprometido, crucial para sus vidas. ¿Con cuánta inquietud mirarán ahora cada noche el triste discurrir mecánico de estos nuevos viajeros, frutos de la codicia y la hybris tan humanas y tan trágicas? 

Los imagino en esta misma noche estrellada entregados a sus cánticos y danzas en el shabono, el ágora circular yanomami. Oigo bajo este silencio sagrado sus tambores rituales y suplico desde mi precario escepticismo que sus ceremonias sean eficaces y conjuren este mal transfronterizo que nos atosiga sin tregua. 

* Ahora, en lugar de "cielo estrellado", lo llaman "reserva Starlight", según la bárbara tendencia de creer que cualquier anglicismo suena más moderno y que, tal vez, atraerá a turistas ávidos de consumir y de consumirse en agotadoras tareas. Y a esto, a su vez, se denomina ahora "poner en valor", otra socorrida expresión a la que se recurre hasta la extenuación, y que, en realidad, quiere decir "poner en el mercado", es decir, prostituir. 

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lunes, 14 de julio de 2025

Emergentismo y caos



Siempre me ha fascinado la teoría emergentista, que establece cómo propiedades o conductas imprevisibles surgen de la interacción de los componentes simples de un sistema complejo, no siendo estas reducibles a los atributos de esos elementos aislados. Aristóteles fue el primero en dar la clave de estos sistemas a través del principio que afirma que el todo es más que el mero agregado o suma de las partes que lo integran. Así, un texto impreso es, para quien lo lee entendiéndolo, mucho más que la suma del papel y la tinta que constituyen sus integrantes físicos. ¿Y qué decir de un cuadro de Picasso?

Las llamadas propiedades emergentes, como su propio nombre indica, aparecen inesperadamente, a diferencia de las aditivas o sumativas, como el peso o la electricidad, que son, digamos, más previsibles. Es la irrupción de lo difícilmente explicable, lo aparentemente azaroso, el misterio en el mismo seno de la materia.

Me gusta explicar esto a mis alumnos utilizando los hormigueros y las colmenas como magníficos ejemplos de sistemas emergentes.

Pensemos en la elegante simplicidad orgánica de una hormiga. Con un sistema nervioso extremadamente sencillo y un minicerebro de unos cientos de miles de neuronas (el de un chimpancé tiene varios miles de millones), no cabe esperar que pueda desarrollar funciones demasiado complicadas y, menos aún, conductas inteligentes. Sin embargo, atendamos ahora al entramado social del hormiguero del que forma parte. En él observamos una compleja y jerarquizada organización, con obreras, zánganos y soldados, todos ellos sometidos al matriarcado de una reina todopoderosa.  En el hormiguero, hay guardería, almacenes de alimento, zonas de cultivo de nutritivos hongos en cámaras especiales escogidas por sus niveles de humedad y de temperatura. Hay etólogos que comparan los hormigueros con cerebros capaces de una inteligencia colectiva que resuelve problemas complejos al modo de una red neuronal. Abundan las investigaciones que atribuyen a las hormigas una capacidad mayor que la humana a la hora de resolver ciertos problemas prácticos relacionados con tareas colaborativas (Revista PNAS, 23 de diciembre de 2024). Pero, ¿de dónde procede este orden inteligente? Del sistema en que estos simples animales viven y en el que interactúan.

La vida puede ser entendida también como una propiedad emergente a partir de reacciones físico-químicas entre átomos y moléculas. En resumen, si disponemos de un sistema lo suficientemente complejo y del tiempo requerido (decenas de miles, millones de años en el caso de la evolución), puede acabar apareciendo un orden con unas cualidades inesperadas y hasta prodigiosas. Parece ser una excepción provisional al segundo principio de la termodinámica, según el cual la entropía aumenta con el tiempo. Y digo provisional porque, al final, sabemos que el desorden tendrá la última palabra. Aquí no podemos darle la razón al imperio de los buenos y bellos fines de la teleología de Aristóteles. 

Pues bien, el cerebro humano es un sistema complejo emergente. Sus decenas de miles de millones de células nerviosas, neuronas y neuroglias, conectadas y asociadas entre sí en ramilletes de decenas de miles de ellas conforman redes neuronales de una plasticidad extraordinaria, capaces de adquirir funciones que, a través del aprendizaje, pueden ser modificadas o sustituidas por otras.  

Las sinapsis, es decir, las conexiones entre los axones neuronales, fueron explicadas por nuestro compatriota Santiago Ramón y Cajal —quien, por cierto, aún espera un museo que honre su monumental obra científica—. (¿Se imaginan lo que lo adularíamos si hubiera nacido británico, francés, alemán o estadounidense?). Su teoría neuronal, base de la neurociencia actual, mereció el Premio Nobel de Medicina en 1906. El cerebro es, así, un laberinto de neuronas, un entramado arquitectónico sin parangón en el universo conocido, capaz de pensar y expresarse, tomar decisiones, recordar, odiar, amar, sentir, y —lo más difícil de todo— de tener conciencia. Que sepamos este es el único lugar donde el universo se piensa a sí mismo, adquiere autoconciencia.

Y es que, en el caso de los animales sociales —en especial, el ser humano—, la complejidad es de segundo grado, pues al soporte sistémico cerebral hay que sumarle la interacción con el entorno y, en particular, con otros cerebros en el medio social. Solo así se explica el lento y gradual proceso de aparición de pensamiento y lenguaje simbólicos. De hecho, un cerebro aislado es incapaz de desarrollar las competencias necesarias tanto para el pensamiento abstracto como para los lenguajes naturales o artificiales.

Una turba y una bandada de aves, también son sistemas complejos, aunque caóticos. De ellos también surgen conductas colectivas como la hermosa danza aérea de miles de estorninos o el feroz linchamiento de un ser humano, comportamientos que los individuos no serían capaces de ejecutar por sí solos.

El conjunto de los sistemas complejos incluye el subconjunto de los sistemas caóticos, estudiados por la teoría del caos. Estos, aun siendo deterministas —es decir, someterse al principio de causalidad—, muestran un comportamiento aleatorio debido a su extrema sensibilidad a la modificación de características en las condiciones implicadas. No obstante, tienen patrones subyacentes y obedecen a determinados factores causales. Los ejemplos clásicos son el clima, el movimiento de las bandadas o los bancos de peces, y ¡ay!, también los mercados financieros o la propagación de epidemias.

Ahora sabemos que también una ciudad es un sistema emergente.

Leo en el diario El País una entrevista a Jorge Almazán Caballero, arquitecto español afincado en Tokio desde hace dos décadas. Almazán denomina «urbanismo emergente» al modelo de ciudad que predomina en los barrios de la capital nipona, y explica cómo, partiendo de una situación de caos o desorganización, pueden surgir modelos urbanos de una eficacia sorprendente. 

«Los jokocho son distritos de microbares que surgieron en la posguerra. Para mí es el paradigma del orden emergente. Tienes la unidad más pequeña posible, un dueño y un espacio pequeño (a veces solo caben cinco personas), pero cada zona tiene un cierto carácter. La suma no es desorden», afirma el arquitecto, autor de Tokio emergente. Diseñar la ciudad espontánea, publicado por la editorial Satori, especializada en cultura japonesa. 

La infraestructura de Internet, la red de redes, es también un sistema complejo del que cabe esperar resultados sorprendentes; algunos de ellos tal vez indeseados, en este futuro próximo en el que ya estamos sumidos. La IA podría ser, en este sentido, una propiedad emergente más.  

Según el matemático David John Hand, un conjunto de leyes matemáticas —conocidas como «principio de improbabilidad»— nos dice que no tendríamos que sorprendernos tanto por ciertas coincidencias. Es más, deberíamos esperar que sucedan. Uno de los aspectos clave de dicho principio está en la ley de los grandes números, que asegura que, si disponemos de un número suficiente de oportunidades, antes o después, sobrevendrá cualquier suceso posible, con independencia de lo improbable que éste sea. («Nunca digas nunca», en Investigación y Ciencia, mayo de 2014).

Esa ley puede aplicarse también para arrojar alguna luz a estas propiedades emergentes tan extraordinarias como la aparición de la vida a partir de la materia o de la inteligencia en seres vivos. ¿Explicaría también la repetición de nuestras vidas como sucesos harto improbablesad infinitum dado que el tiempo no tiene límite? No lo sabemos, aunque esto es lo que parece indicar la teoría del eterno retorno del enamorado vitalista que fue Friedrich Nietzsche.

Así como en el ámbito subatómico existe un hiato de indeterminación que le hace escapar a las leyes causales, en el contexto macro de los sistemas complejos aparece también lo fortuito. Aunque las series causales sigan teniendo aquí un valor explicativo, dejan de ser totipotentes, anidando resquicios donde la superposición casi infinita de factores opaca la luminosidad teórica de las leyes mecánicas convencionales. 

Frente a una metafísica esencialista de la sustancia, adquiere inusitado protagonismo lo accidental. Emerge así lo imprevisible en el seno de una complejidad que lo sostiene todo, desde la vida y el clima hasta la inteligencia y la sociedad.

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jueves, 10 de julio de 2025

Veremos a ver si nazco...


ARM, Invierno
Oigo con frecuencia expresiones incorrectas que son fruto del cruce de otras que, en principio, poco tienen que ver; o bien, de la deriva jocosa de frases hechas. Así, el “buscarle los tres pies al gato” una frase absurda a poco que se piense, deformación del original “buscarle el traspié al gato”, que denuncia el empeño de alguno por acabar con la paciencia de un tercero o el esfuerzo baldío por cogerle en un renuncio, tan inútil como es pretender que un gato tropiece y caiga. 
Cabe también la posibilidad de que con "los tres pies" nos estemos refiriendo a las sílabas de la palabra "gato" (en el contexto de la métrica poética); en cuyo caso "gato" tiene solo dos pies. Pero, en este caso, la expresión correcta sería "No le busques tres pies a 'gato' ".
Sin embargo, no ha sido todo esto impedimento para que aparezca en la versión espuria en el mismísimo Quijote.

Me viene a la memoria un artículo hilarante que hace años publicó Manuel Rivas en un periódico. Era una antología de la frase (des)hecha, que es síntoma de la deserción del pensamiento riguroso. “Antes de hablar, enfatizó el presidente, quiero decir unas palabras” acompañaba a frases deformes como “ahora vienen las hostialidades” o “venimos de caspa caída”.
Veremos a ver” es un enunciado incorrecto por cacofónico, amén de absurdo, que nos acompaña con persistencia irritante en medios diversos —los deportivos son una cantera inagotable en este terreno—. Es fruto del cortocircuito producido entre dos expresiones prospectivas como “ya veremos” y “vamos a ver qué pasa”, perfectamente lógicas dichas así, por separado.
Pero mi estupor y decepción fueron supremos cuando lo encontré escrito en el final de una maravillosa carta de Federico García Lorca dirigida a su amigo Regino Sainz de la Maza, que comienza con un inquietante “Ahora he descubierto una cosa terrible (no se lo digas a nadie). Yo no he nacido todavía.” Tras detallar en freudianos términos los síntomas de un desdoblamiento de personalidad (“Había mil Federicos Garcías Lorcas, tendidos para siempre en el desván del tiempo”), concluye con un “Yo vivo de prestado, lo que tengo dentro no es mío, veremos a ver si nazco.”
Federico vuelve a utilizar esta expresión en una carta que dirige a sus padres y hermanos a finales de octubre o principios de noviembre de 1933, desde Buenos Aires. En ella les da cuenta, con orgullo, del rotundo éxito de "Bodas de sangre" en el Teatro Avenida con Lola Membrives. Su escrito concluye con estas palabras: "De España leo noticias desagradables. Estas elecciones van a ser terribles... ¡Veremos a ver qué pasa! ¡Yo tengo verdadera ansiedad por todos esos movimientos políticos!".
Se refiere a las elecciones generales del 19 de noviembre de ese año. Son las primeras con participación femenina y darían una estrecha mayoría del 31,02% a la coalición de derechas de la CEDA. 
Todo esto solo me permite concluir que, en el uso de este artefacto prodigiosamente complejo que es el lenguaje natural, voz directa de la materia pensante, hemos de ser siempre indulgentes hacia las erratas propias y ajenas.


miércoles, 9 de julio de 2025

Almagro y su Corral de Comedias

 


Un clásico de ANTONINA RODRIGO reeditado cinco décadas después. 

Más de cincuenta años después, vuelve a reeditarse esta importante obra sobre Almagro y su Corral de Comedias. La primera edición, de 1971, a cargo del Instituto de Estudios Manchegos (CSIC), se agotó pronto. El libro conoció dos ediciones más, en 1977 y 1982. Todas ellas resultan hoy inencontrables.
Tras el redescubrimiento del Corral para su uso escénico y su declaración como monumento nacional en 1955, el de Rodrigo es el primer estudio histórico que se realizó sobre tan singular y notable espacio. 
Antonina Rodrigo acude a las fuentes primarias y consulta documentos, algunos inéditos en ese momento, procedentes de diferentes archivos históricos. Su prosa luminosa y elegante, y su rigor investigador resultan hoy tan estimulantes y tan necesarios como lo eran entonces.

«Alcemos un telón imaginario para presentar a la curiosidad pública unos personajes reales, que surgen de viejos y amarillentos infolios de archivo, y pueblan el tabladillo del Corral de Comedias de Almagro, y que nos explican antiguas rencillas de las que fue principal protagonista el propio corral»

Brindando con Antonina
por la nueva criatura


Abascal y los moriscos

 

"Otrosí por obviar y remediar los daños e inconvenientes que se siguen de continuar los dichos nuevamente convertidos a hablar arábigo, mandamos que ninguno de ellos ni sus hijos ni ninguna otra persona alguna de ellos, no hable de aquí adelante en arábigo ni se haga escritura alguna en arábigo y hablen todos la lengua castellana " (Junta de la Capilla Real de Granada, 1526) 

En 1502, los musulmanes que viven en Granada y Castilla son obligados a convertirse al cristianismo o a partir al exilio. 

Más de cinco siglos después, las huestes abascalienses anuncian la misma y tiránica alternativa a los que viven y trabajan entre nosotros, en nombre de una identidad nacional que solo existe en sus estrechas cabezas.

Miseria moral, empobrecimiento cultural y ruina económica son las secuelas de estas expulsiones masivas.

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